CARTA ABIERTA A LA COMUNIDAD EDUCATIVA EN EL DÌA DEL MAESTRO
Perú, 6 de julio del 2010
Por medio de la presente misiva, me dirijo: a los gobernantes de turno nacional, regional y local, a las autoridades educativas del sector educación, a la comunidad docente, a los padres y madres de familia, a los estudiantes y al público en general para saludarles y compartir con ustedes una reflexión en homenaje al maestro. Quien hoy escribe no es candidato en las próximas elecciones, ni funcionario del Ministerio de Educación, ni especialista de alguna Dirección Regional ó UGEL, menos asesor del gobierno en materia educativa; lamentablemente, tampoco dirigente sindical. La simple condición de ser maestro, es la que me motiva compartir mi profundo sentimiento de preocupación por el destino del Perú y la educación en particular que se viene impartiendo en nuestra patria, en este período dramático en la que existe incertidumbre, decepción, cólera y angustia.
Por eso, el día del maestro, además de ser un día de “festejo y embriaguez” debe ser un día de profunda reflexión en perspectiva de recuperar la dignidad y el respeto a la función social del maestro… Hace algunas décadas atrás, una frase atribuida al maestro universitario Ricardo Dolorier estuvo presente por mucho tiempo en los labios de cientos y miles de maestros: "Ser Maestro en el Perú es una forma muy difícil de vivir. Ser Maestro en el Perú es una forma muy hermosa de morir" frase que inspiraba el buen desempeño y cumplimiento del deber pese a la grave situación económica y la violencia política que amenazaban a nuestro país y a los educadores. Los años de violencia que motivaron esta frase han pasado; sin embargo, hoy existen nuevas formas de intimidación que amenazan al magisterio peruano: De un lado está la apatía, la indiferencia y la rutina, “cuando no” también la escasa responsabilidad en el cumplimiento del deber y la falta de costumbre para rendir cuentas de nuestra labor a la comunidad... y del lado de los gobernantes, existe una actitud embaucadora expresada en múltiples acciones para desacreditar al maestro y la carrera pública del profesorado, como la promulgación de la Ley Nº 29510, dispositivo que pulveriza la Ley Nº 24029, Ley del Profesorado; por eso, muchos colegas vienen entendiendo que fiel a su pasado el régimen aprista exhibe otra vez la escopeta de doble cañón. Simulando que su prioridad es la calidad educativa, al promover las evaluaciones, capacitaciones y perfeccionamiento del profesorado, ciertamente, con fuerte financiamiento internacional. Pero, en los hechos exhorta la liberalización a ultranza del servicio docente, abriendo las puertas a otros profesionales sin formación pedagógica para ejercer la docencia, creyendo equívocamente, que es suficiente el dominio de una materia para de hecho poder enseñarla un aprendiz. Esto no es así, el dominio de una materia, es cierto, constituye una condición necesaria para enseñarla, pero no es condición suficiente. Saber una materia es una cosa y saber enseñarla es otra.
En este contexto, resulta inexcusable ejercer la crítica y autocrítica seria y alturada ante la actual política de gobierno y sobre todo ante nuestra labor educativa; para deslindar responsabilidades y asumir el papel de vanguardia, el rol de concientizador y de líder social, tal como postuló el gran maestro José Antonio Encinas.
En ese sentido, la actitud del señor Presidente de la República y su política educativa, refleja claramente la falta de voluntad para resolver el problema educativo. Pues, sigue reproduciendo desigualdades sociales, con un sistema que estratifica y divide al sector y al magisterio en particular. Una política notablemente incoherente en la práctica respecto a las tendencias de la calidad, equidad y pertinencia educativa. En suma, no hay conciencia de que la educación es un derecho, puesto que en todo momento se ha obviado la participación y el diálogo necesario con los docentes para encontrar una salida a la crisis de la educación. Su política neoliberal ha generalizado una afrenta permanente contra el magisterio peruano, generando una campaña de desprestigio contra el maestro, transgrediendo nuestros derechos laborales. ¿Por qué se desmerece nuestra voz y la experiencia profesional ganada en base sacrificios en medio de las exclusiones sociales, económicas, políticas y culturales? ¿Qué representamos los maestros peruanos para su gobierno? ¿Profetas que predicamos en los campos desiertos del olvido gubernamental? Reproductores de las desigualdades sociales del modelo neoliberal o formadores de una nueva conciencia social en la juventud, para erradicar décadas de oprobio y marginación social a la que nos han conducido las diversas clases dominantes afincadas en el poder del estado. ¡Quizás por eso se nos persigue y ataca!… Usted señor presidente no tiene moral ni derecho alguno para hablar de libertad, democracia y derechos humanos cuando en nombre de libertades y flexibilidades económicas y comerciales condena al hambre y la miseria a millones de peruanos. ¿Cuál es el futuro del país que usted sueña con la educación neoliberal que promueve? ¿Qué tipo de hombres y mujeres quiere formar en un país abierto al capital transnacional y a la venta a casi precio de regalo de nuestros recursos naturales?… Moralmente, los docentes tenemos el deber de fomentar la identidad y la defensa de la patria en los educandos, así como la firme convicción de promover una sociedad más justa. Sería una traición a la patria y al deber que tenemos con nuestros alumnos, no denunciar los intentos de municipalizar la educación para que las Instituciones Educativas sean gestionadas como “empresas privadas” y abandonar su responsabilidad como Estado y por otro lado su prerrogativa de vender el Perú al gran capital por pedazos.
Por nuestra parte, nos corresponde hacernos una auscultación profunda respecto al rol social que tenemos como maestros. Pues, si de algo nos deberíamos sentir culpables, es de no haber tenido la suficiente capacidad organizativa y firmeza para hacer frente al gobierno y su política educativa a la cual pretende someternos. Puesto que, progresivamente el colectivo de maestros de todos los niveles educativos, nos hemos convertido en inofensivos, sin ideales, sin impulsos vitales, sin convicciones humanas, sin sensibilidad social, sin emotividad ideológica; es decir, en maestros indiferentes, alienados y cómplices de todo aquello que se está implementando. Precisamente, éstas son las piezas perfectas que requieren las clases dominantes para imperar. A todo esto, se suma nuestra actitud profesional, donde resalta la negligencia pedagógica y de gestión que en la mayoría de las instancias “descentralizadas” del Ministerio de Educación se evidencia como algo natural; es decir, tanto maestros como funcionarios somos predominantemente anómicos, porque infringimos las normas, reglamentos, deberes y derechos con frecuencia, sin que nadie diga nada. Por ejemplo, hasta ahora, existen aún órganos de participación que no propician la gestión participativa en cada nivel de gobierno, Instituciones Educativas con PCIs desarticulados, docentes que no tienen programación curricular, etc. Entonces, cabe preguntarse y reconocer de quién es la obligación ¿Del Estado o de los maestros?
Considero, que quienes hemos asumido la delicada misión de educar en el Perú, tenemos una obligación moral con nuestros estudiantes y la sociedad en general: Ofrecerles oportunidades de aprendizaje debidamente planificadas y bien dirigidas para desarrollar paso a paso los procesos cognitivos, como el lenguaje y el pensamiento, en un marco de “complementariedad de saberes entre el educador y el educando” en relación reciproca con la naturaleza y la sociedad” No hacerlo, es una manera de lapidar nuestra profesión y de morir en vida. Necesitamos de educadores renovados en su misión, su formación y su compromiso social, de formar a los educandos que viven en el mundo de hoy. En efecto, ¿Es posible renovar al magisterio peruano desde esta visión del cómo debe ser un educador comprometido con su vocación y con el pueblo al que está llamado a servir? ¿Es posible el cambio docente a favor de la dignificación de nuestra carrera? Creo que sí, al no hacerlo perderemos definitivamente nuestra razón de ser como portadores del conocimiento, la cultura, la innovación, y todo aquello que sea necesario para la edificación de la sociedad con justicia social para el desarrollo integral y sostenible. Si el magisterio en su conjunto no cambia, la sociedad peruana corre el riesgo de perder irremediablemente uno de los factores claves de su desarrollo.
Entonces, ya es hora que los maestros tomemos una decisión, tanto individual como colectiva para reorientar el camino, renovar nuestra visión de futuro; exigir al estado y el gobierno para que cumpla con la obligación de financiar la educación, a fin de que se logre los resultados esperados… Los compromisos del Acuerdo Nacional para incrementar el presupuesto de educación hasta llegar a un mínimo de 6% del PBI, tiene que cumplirse en el más breve plazo si existe voluntad de darle a la educación el lugar que le corresponde como instrumento estratégico de desarrollo nacional. Para ello, necesitamos maestros auténticos con habilidades y destrezas intelectuales, dispuestos a aprender y enseñar con humildad y dedicación.
Colegas maestros, seamos enfáticos y claros respecto al sistema educativo peruano del cual somos parte; éste no tendrá éxito jamás en la forja de ciudadanos libres; si no se cuenta con educadores formados integralmente, con maestros altamente motivados y capaces para realizar su labor, si no se reorganiza y potencia las instancias descentralizadas del MED, si no se realiza un eficiente monitoreo y acompañamiento pedagógico sistémico, y sobre todo, si no se invierte más en educación. Entendamos de una vez, que todo eso implica una responsabilidad compartida entre el magisterio, el gobierno y el Estado.
En consecuencia, asumir el más alto cargo, el de ser maestro en el Perú, no solo implica conocer técnicas pedagógicas y algunas disciplinas científicas de manera elemental, es mucho más que eso, se requiere tener vocación de servicio y entrega para vivenciar en la praxis y en los estudiantes, principios y valores superiores que dignifiquen la condición humana. Ser maestro, demanda solvencia académica y responsabilidad social ante todo, para encauzar con audacia las tendencias globalizadoras con el propósito de embrionar y gestar el porvenir en cada espacio donde ejercemos nuestra profesión.
Por eso y otras razones, maestros y maestras desde escuelas unidocentes y superior de Picota, San Martín y el Perú, les hago llegar un saludo y abrazo magisterial con identidad peruana, por nuestro día, día de reconocimiento, reflexión y análisis de nuestra tarea frente a la educación…
Por eso, el día del maestro, además de ser un día de “festejo y embriaguez” debe ser un día de profunda reflexión en perspectiva de recuperar la dignidad y el respeto a la función social del maestro… Hace algunas décadas atrás, una frase atribuida al maestro universitario Ricardo Dolorier estuvo presente por mucho tiempo en los labios de cientos y miles de maestros: "Ser Maestro en el Perú es una forma muy difícil de vivir. Ser Maestro en el Perú es una forma muy hermosa de morir" frase que inspiraba el buen desempeño y cumplimiento del deber pese a la grave situación económica y la violencia política que amenazaban a nuestro país y a los educadores. Los años de violencia que motivaron esta frase han pasado; sin embargo, hoy existen nuevas formas de intimidación que amenazan al magisterio peruano: De un lado está la apatía, la indiferencia y la rutina, “cuando no” también la escasa responsabilidad en el cumplimiento del deber y la falta de costumbre para rendir cuentas de nuestra labor a la comunidad... y del lado de los gobernantes, existe una actitud embaucadora expresada en múltiples acciones para desacreditar al maestro y la carrera pública del profesorado, como la promulgación de la Ley Nº 29510, dispositivo que pulveriza la Ley Nº 24029, Ley del Profesorado; por eso, muchos colegas vienen entendiendo que fiel a su pasado el régimen aprista exhibe otra vez la escopeta de doble cañón. Simulando que su prioridad es la calidad educativa, al promover las evaluaciones, capacitaciones y perfeccionamiento del profesorado, ciertamente, con fuerte financiamiento internacional. Pero, en los hechos exhorta la liberalización a ultranza del servicio docente, abriendo las puertas a otros profesionales sin formación pedagógica para ejercer la docencia, creyendo equívocamente, que es suficiente el dominio de una materia para de hecho poder enseñarla un aprendiz. Esto no es así, el dominio de una materia, es cierto, constituye una condición necesaria para enseñarla, pero no es condición suficiente. Saber una materia es una cosa y saber enseñarla es otra.
En este contexto, resulta inexcusable ejercer la crítica y autocrítica seria y alturada ante la actual política de gobierno y sobre todo ante nuestra labor educativa; para deslindar responsabilidades y asumir el papel de vanguardia, el rol de concientizador y de líder social, tal como postuló el gran maestro José Antonio Encinas.
En ese sentido, la actitud del señor Presidente de la República y su política educativa, refleja claramente la falta de voluntad para resolver el problema educativo. Pues, sigue reproduciendo desigualdades sociales, con un sistema que estratifica y divide al sector y al magisterio en particular. Una política notablemente incoherente en la práctica respecto a las tendencias de la calidad, equidad y pertinencia educativa. En suma, no hay conciencia de que la educación es un derecho, puesto que en todo momento se ha obviado la participación y el diálogo necesario con los docentes para encontrar una salida a la crisis de la educación. Su política neoliberal ha generalizado una afrenta permanente contra el magisterio peruano, generando una campaña de desprestigio contra el maestro, transgrediendo nuestros derechos laborales. ¿Por qué se desmerece nuestra voz y la experiencia profesional ganada en base sacrificios en medio de las exclusiones sociales, económicas, políticas y culturales? ¿Qué representamos los maestros peruanos para su gobierno? ¿Profetas que predicamos en los campos desiertos del olvido gubernamental? Reproductores de las desigualdades sociales del modelo neoliberal o formadores de una nueva conciencia social en la juventud, para erradicar décadas de oprobio y marginación social a la que nos han conducido las diversas clases dominantes afincadas en el poder del estado. ¡Quizás por eso se nos persigue y ataca!… Usted señor presidente no tiene moral ni derecho alguno para hablar de libertad, democracia y derechos humanos cuando en nombre de libertades y flexibilidades económicas y comerciales condena al hambre y la miseria a millones de peruanos. ¿Cuál es el futuro del país que usted sueña con la educación neoliberal que promueve? ¿Qué tipo de hombres y mujeres quiere formar en un país abierto al capital transnacional y a la venta a casi precio de regalo de nuestros recursos naturales?… Moralmente, los docentes tenemos el deber de fomentar la identidad y la defensa de la patria en los educandos, así como la firme convicción de promover una sociedad más justa. Sería una traición a la patria y al deber que tenemos con nuestros alumnos, no denunciar los intentos de municipalizar la educación para que las Instituciones Educativas sean gestionadas como “empresas privadas” y abandonar su responsabilidad como Estado y por otro lado su prerrogativa de vender el Perú al gran capital por pedazos.
Por nuestra parte, nos corresponde hacernos una auscultación profunda respecto al rol social que tenemos como maestros. Pues, si de algo nos deberíamos sentir culpables, es de no haber tenido la suficiente capacidad organizativa y firmeza para hacer frente al gobierno y su política educativa a la cual pretende someternos. Puesto que, progresivamente el colectivo de maestros de todos los niveles educativos, nos hemos convertido en inofensivos, sin ideales, sin impulsos vitales, sin convicciones humanas, sin sensibilidad social, sin emotividad ideológica; es decir, en maestros indiferentes, alienados y cómplices de todo aquello que se está implementando. Precisamente, éstas son las piezas perfectas que requieren las clases dominantes para imperar. A todo esto, se suma nuestra actitud profesional, donde resalta la negligencia pedagógica y de gestión que en la mayoría de las instancias “descentralizadas” del Ministerio de Educación se evidencia como algo natural; es decir, tanto maestros como funcionarios somos predominantemente anómicos, porque infringimos las normas, reglamentos, deberes y derechos con frecuencia, sin que nadie diga nada. Por ejemplo, hasta ahora, existen aún órganos de participación que no propician la gestión participativa en cada nivel de gobierno, Instituciones Educativas con PCIs desarticulados, docentes que no tienen programación curricular, etc. Entonces, cabe preguntarse y reconocer de quién es la obligación ¿Del Estado o de los maestros?
Considero, que quienes hemos asumido la delicada misión de educar en el Perú, tenemos una obligación moral con nuestros estudiantes y la sociedad en general: Ofrecerles oportunidades de aprendizaje debidamente planificadas y bien dirigidas para desarrollar paso a paso los procesos cognitivos, como el lenguaje y el pensamiento, en un marco de “complementariedad de saberes entre el educador y el educando” en relación reciproca con la naturaleza y la sociedad” No hacerlo, es una manera de lapidar nuestra profesión y de morir en vida. Necesitamos de educadores renovados en su misión, su formación y su compromiso social, de formar a los educandos que viven en el mundo de hoy. En efecto, ¿Es posible renovar al magisterio peruano desde esta visión del cómo debe ser un educador comprometido con su vocación y con el pueblo al que está llamado a servir? ¿Es posible el cambio docente a favor de la dignificación de nuestra carrera? Creo que sí, al no hacerlo perderemos definitivamente nuestra razón de ser como portadores del conocimiento, la cultura, la innovación, y todo aquello que sea necesario para la edificación de la sociedad con justicia social para el desarrollo integral y sostenible. Si el magisterio en su conjunto no cambia, la sociedad peruana corre el riesgo de perder irremediablemente uno de los factores claves de su desarrollo.
Entonces, ya es hora que los maestros tomemos una decisión, tanto individual como colectiva para reorientar el camino, renovar nuestra visión de futuro; exigir al estado y el gobierno para que cumpla con la obligación de financiar la educación, a fin de que se logre los resultados esperados… Los compromisos del Acuerdo Nacional para incrementar el presupuesto de educación hasta llegar a un mínimo de 6% del PBI, tiene que cumplirse en el más breve plazo si existe voluntad de darle a la educación el lugar que le corresponde como instrumento estratégico de desarrollo nacional. Para ello, necesitamos maestros auténticos con habilidades y destrezas intelectuales, dispuestos a aprender y enseñar con humildad y dedicación.
Colegas maestros, seamos enfáticos y claros respecto al sistema educativo peruano del cual somos parte; éste no tendrá éxito jamás en la forja de ciudadanos libres; si no se cuenta con educadores formados integralmente, con maestros altamente motivados y capaces para realizar su labor, si no se reorganiza y potencia las instancias descentralizadas del MED, si no se realiza un eficiente monitoreo y acompañamiento pedagógico sistémico, y sobre todo, si no se invierte más en educación. Entendamos de una vez, que todo eso implica una responsabilidad compartida entre el magisterio, el gobierno y el Estado.
En consecuencia, asumir el más alto cargo, el de ser maestro en el Perú, no solo implica conocer técnicas pedagógicas y algunas disciplinas científicas de manera elemental, es mucho más que eso, se requiere tener vocación de servicio y entrega para vivenciar en la praxis y en los estudiantes, principios y valores superiores que dignifiquen la condición humana. Ser maestro, demanda solvencia académica y responsabilidad social ante todo, para encauzar con audacia las tendencias globalizadoras con el propósito de embrionar y gestar el porvenir en cada espacio donde ejercemos nuestra profesión.
Por eso y otras razones, maestros y maestras desde escuelas unidocentes y superior de Picota, San Martín y el Perú, les hago llegar un saludo y abrazo magisterial con identidad peruana, por nuestro día, día de reconocimiento, reflexión y análisis de nuestra tarea frente a la educación…
Prof. Hipólito Percy Barbarán Mozo